Mateo 5:6 nos dice: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. [1]
La misma idea enseña Jesús en Mateo (4:4) cuando dice: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Para que nosotros podamos vivir una vida integral, no sólo debemos satisfacer el cuerpo físico, sino también el cuerpo espiritual, cuya hambre y sed debe ser satisfecha por aquello que proviene únicamente de Dios. Hebreos (11:6) dice: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Otra versión indica que él es galardonador de aquellos que diligentemente—i.e., con hambre y sed—le buscan (NKJV). Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón (Jer 29:13). Debemos ir a Dios con el más profundo deseo de encontrarlo, él debe ser el tesoro de nuestra vida. Y ningún tesoro o mineral valioso se halla sobre la superficie de la tierra; e.g., el oro o las piedras preciosas se encuentran cavando en las profundidades de la tierra y por tanto se debe con diligencia persistir en fe hasta obtenerlos.
Por otro lado, la búsqueda de justicia no es precisamente lo que caracteriza a la raza de Adán. De hecho, el hombre natural anda en busca de dinero, placer, honor, posición, etc., razón por la que vemos tanta injusticia a nuestro alrededor. En tanto que los hijos de Dios buscan sólo lo que proviene de él. En el fondo, justicia es conformidad a la voluntad de Dios como aspiración última, es mucho más de lo que entendemos desde el punto de vista terrenal. En Jacob encontramos una buena ilustración. Al inicio de su vida, él hizo muchas cosas por su cuenta para ganar bendición para sí; por ejemplo, compró la primogenitura de su hermano. Años más tarde, lo vemos luchando con un ángel por una bendición. El dijo al ángel: No te dejaré, sino me bendices (Gn 32:26). Entendió que su hambre y sed debía ser únicamente saciada por algo que provenía de Dios. También nosotros debemos intensamente anhelar aquella bendición de Dios—su gracia—que nos permite vencer nuestro propio pecado y conseguir así que la justicia de Dios sea impartida a nuestras vidas. Sabemos que todo tipo de justicia generada por nosotros mismos delante del Señor es como un trapo de inmundicia (Is 64:6).
Para recibir la justicia que proviene de Dios debemos tener hambre y sed de ella. Es por eso que Jesús nos invita: si alguno tiene sed, venga a mí y beba (Jn 7:37). La condición para que de nuestro interior corran ríos de agua viva es precisamente tener sed del poder del Espíritu Santo obrando en nosotros—quien administra la gracia e imparte la justicia de Dios. La medida de la justicia de Dios en nuestras vidas depende de cuanta hambre y sed tenemos por recibirla. Por ejemplo, cuando una enfermedad grave amenaza nuestra vida (e.g., cáncer), nos ponemos de inmediato en oración—incluso ayunamos con lamento—a fin de obtener sanidad física. Pero, ¿hacemos lo mismo cuando hay malos pensamientos que se alojan en nuestra mente? Lamentablemente, el no hacerlo prueba que tenemos hambre y sed, pero no necesariamente de aquella justicia que proviene de Dios.
Pablo dijo: Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe (Fil 3:8-9). Ser hallado en Jesús teniendo la justicia de Dios por la fe debe ser lo más valioso en nuestro corazón. Dios ha otorgado la posibilidad de ser justos a aquellos que tienen hambre y sed de poseer su justicia (ver Ap 19:7-8). Por lo tanto, podemos ser perfectamente saciados por Dios. Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo… (Leer Sal 42).
En conclusión, si queremos alcanzar la felicidad que Dios nos ofrece, cada día debemos buscar fervientemente con todo nuestro corazón la justicia que proviene de Dios. Tenemos un intenso deseo de actuar conforme a la voluntad de Dios. Lo que sea que hagamos, lo hacemos de corazón, como para el Señor y no para los hombres (Col 3:23). Somos victoriosos frente a nuestro propio pecado, actuamos correctamente ante los demás, respetamos las leyes, pagamos nuestros impuestos, etc… Somos saciados, porque tenemos hambre y sed de justicia.
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Referencias
[1] Traducido de: Moraga, R. Hunger and Thirst for Righteousness. Jail Church Service, Sycamore, Illinois, June 23, 2013.
--RJM
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Referencias
[1] Traducido de: Moraga, R. Hunger and Thirst for Righteousness. Jail Church Service, Sycamore, Illinois, June 23, 2013.
2 comments:
AMEN
Muchos saludos Hna Tabita y a su esposo.
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