Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones (San Mateo 28:16) [1]

Moisés Sanhueza
Grupo de Estudiantes Los del Camino
Universidad del Bío Bío
Id y hacer discípulos es un mandato que nuestro Señor Jesucristo nos dejó y que representa un verdadero desafío que debemos poner en práctica en estos días. Hemos de tener cuidado, sin embargo, en el llamado y posterior formación de estos nuevos discípulos, toda vez que existe la tendencia de “ofrecer” al oyente un nuevo “estatus” que difiere sustancialmente del propósito del Señor en la formación de un pueblo cuyo destino y meta final es la vida eterna.
Nos referimos a la problemática actual en que los oyentes se convierten en admiradores del evangelio y no en verdaderos discípulos del Señor. Un admirador es aquel que contempla o considera como extraordinarias ciertas cualidades de alguien, pero que no necesariamente las imita o las adquiere para sí. De estas personas encontramos por cantidades acudiendo a nuestros templos, de tal forma que señalan: “es lindo el evangelio”, “me gusta mucho el evangelio”, pero que sin embargo no dan el paso de entregar sus vidas para que Jesús sea su Señor y Salvador.
Un discípulo en cambio es aquel que sigue a un maestro, que está dispuesto a ser enseñado y que necesariamente debe dejar o abandonar ciertas prácticas que están reñidas conforme a la nueva enseñanza que su maestro le entrega.
Según leemos en el evangelio según Lucas (14:25-33), en cierta ocasión Jesucristo se encontró con grandes multitudes que le seguían, ocasión que aprovechó el maestro para señalar algunas condiciones básicas para ser verdaderos discípulos:
1era Condición: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lc 14:26). Esta primera condición es muy difícil de entender con una mirada superficial de las escrituras y algunos prefieren pasarla por alto pues la consideran muy “radical”. ¿Qué habrá querido decir Jesús al usar la expresión “aborrecer”? La expresión se relaciona con la frase “amar menos” y el maestro se refería a la necesidad de establecer prioridades, es decir, como discípulo debo colocar en primer lugar a Dios y amar menos a mi propia vida y a mi entorno personal. El evangelio según San Mateo (10:37) nos aclara más este concepto: El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.2da Condición: Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo (Lc 14:27). Aquí la condición que establece nuestro Señor es la muerte del creyente a todos sus afectos carnales y a un proceso de identificación con Cristo, su muerte, su sacrificio, su obediencia, en definitiva su vida entera de modo que dejamos en segundo lugar nuestras prioridades, la auto-complacencia, dejamos de buscar el bien propio de tal manera que exclamamos como el Apóstol Pablo: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gá 2:20).3era Condición: Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo (Lc 14:3). Renunciar es dejar en forma voluntaria o apartarse de algo que poseemos. Para el creyente significa renunciar al concepto de propiedad y entender que todo lo que tengo y poseo pertenece a Dios y en cambio somos ahora administradores de las bendiciones que Dios da. Un ejemplo digno de imitar es la actitud que los primeros cristianos tomaron una vez que fueron llenos del Espíritu Santo: Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común (Hch 4:32).4ta Condición: Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos (Jn 8:31). Permanecer significa mantenerse sin mutación o alteración en un mismo lugar, estado o calidad. Para ser un verdadero discípulo, el creyente debe decidir permanecer en el mismo lugar, estado y calidad que Jesús nos enseña. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. (1Jn 2:24).
Pidamos al Señor la divina presencia de su Espíritu Santo para entrar en esta senda de decisión y verdadero compromiso con Dios.
¡Para la Gloria de Dios!
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Referencias
[1] Reproducción de artículo autorizada desde Blog: Grupo de Estudiantes Los del Camino - Universidad del Bío Bío, Concepción, Chile. Accesado Junio 27, 2013.
1 comment:
AMEN
gracias por estos estudios nos ayudan mucho bendiciones
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