Pablo exhortando a los cristianos de Filipos les dice: Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil 4:4-7.) Al parecer, lo que sobra en el corazón de los hermanos filipenses es estar afanosos (v6) y algo que falta es estar gozosos (v4). Esto último es una característica que forma parte del fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas (Gá 5:22). A los hermanos de Tesalónica, Pablo les ordena: Estad siempre gozosos (1Te 5:16). En consecuencia, siendo el gozo uno de los elementos indispensables para nuestras vidas, bueno es preguntarnos: ¿cómo está el gozo del Señor en nuestros corazones?
El gozo en nosotros debe estar permanentemente cimentado en Dios, sin importar las circunstancias que estemos viviendo, lo serio que pueda ser un problema o una enfermedad, lo que otros hagan o cómo sus acciones nos puedan afectar; nosotros siempre debemos gozarnos en el Señor. Y es la llenura del Espíritu Santo la que produce ese gozo indeleble en nuestras vidas. Por eso es que Pablo ordena: No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu (Ef 5:18). Porque el ser gobernado por Dios no se mide por lo que comemos o bebemos, ni por los bienes materiales que poseemos como algunos piensan—y otros incluso predican, sino que se trata de llevar una vida de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (ver Ro 14:17).
El gozo cimentado en Dios no puede ser entendido como una onda o un estímulo interior que viene y luego se va. La expresión “regocijaos en el Señor siempre” significa que debemos estar gozosos en él veinticuatro horas al día, siete días a la semana (24/7). Nada, ni nadie, puede arrebatar el gozo que produce el Espíritu de Dios (Jn 16:22), pues no depende de las circunstancias terrenales de la vida, sino de Dios. Sin duda, las circunstancias terrenales cambian y por tanto cualquier gozo cimentado en cosas que pertenecen a esta vida también cambiará. Pero Dios no cambia, él es inmutable, de modo que el gozo cimentado en él jamás cambia. En la vida en el Señor, no hay lugar para la depresión. El gozo que produce el ser llenos del Espíritu Santo es equivalente a que de nuestro interior corran ríos de agua viva—como lo explicó Jesús (Jn 7:38). ¡Y esa fuente es inagotable!

Aunque hemos recibido a Cristo en nuestros corazones, la falta de fe, los afanes de la vida y las necesidades materiales constantemente nos persiguen; muchas veces nos aplastan y arrebatan ese gozo que nunca debería faltar (ver Figura 1). A los hermanos filipenses se les dice: por nada estéis afanosos [gr., merimnao: ansiosos] sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. En estos días, para nosotros también es esta palabra. Nos sobra el estar ansiosos o cargados de preocupaciones. Pero la recomendación es en lugar de preocuparse, orar. Las peticiones y alabanzas van dominando nuestras ansiedades en la oración, dejando todo en las manos del Señor. Y poco a poco, casi sin darnos cuenta, una sensación de plenitud y paz de Dios vendrá y aquietará nuestras almas. Lo mismo enseñó Jesús diciendo que en vez de sumirnos en nuestras ansiedades, al igual como aquellos que no tienen esperanza, busquemos el reino de Dios y su justicia, porque todo lo que necesitamos—no lo que deseamos—será añadido (leer Mt 6:25-34). Antes de entregar esta recomendación, Pablo les recuerda a los hermanos filipenses: El Señor está cerca. Y también nosotros debemos mantener esta verdad en el corazón. ¡El Señor está cerca! ¿Si el Señor está cerca, qué importan nuestras preocupaciones y/o ansiedades? Todo pasa a un segundo plano, únicamente nos gozamos y aferramos a esa esperanza. Esta es la primera medida de gozo que el Espíritu Santo debe lograr en nuestras vidas.
En Romanos (5:3), Pablo prosigue diciendo: Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos [regocijamos] en las tribulaciones. En otras palabras, el segundo nivel que debemos aprender es a gozarnos aún en los sufrimientos y sinsabores. Ya hemos aprendido a gozarnos en la esperanza a la que fuimos llamados. Pero, en ocasiones nos visita la enfermedad o enfrentamos diversas pruebas—por la causa del Señor—e indudablemente todo esto atenta contra el gozo de nuestros corazones; nos sentimos aplastados por las tribulaciones y la falta de fe (ver Figura 2).

El apóstol Pablo (Ro 5:11) finaliza diciendo nuevamente: y no sólo esto, sino que también nos gloriamos [regocijamos] en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación. Es decir, un tercer nivel es que nos gocemos porque tenemos una relación personal con Dios a través de Jesucristo. Nos gozamos sólo por eso; por tenerlo a él. El es el único que llena nuestras vidas. Desde lo profundo del corazón exclamamos como el Salmista: ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra (Sal 73:25). Apreciamos tan profundamente la dádiva de tener a Dios morando en nuestros corazones que todo nuestro interés en la tierra es sólo él. Las tribulaciones, las preocupaciones de esta vida o nuestras necesidades ya no son una amenaza para el gozo que hay en el corazón, pues éste está fundamentado en Dios; en aquel que todo lo puede y que siempre está a nuestro lado. En este nivel de gozo somos victoriosos sobre toda circunstancia que pueda golpearnos y vamos siempre creciendo en fe (ver Figura 3). Nuestra convicción es la misma del profeta Habacuc (3:17-18): Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Esta es la tercera medida de gozo que el Espíritu Santo debe lograr en nuestras vidas y a la cual debemos fervientemente aspirar.
En Jesús, por quien nos gozamos en Dios, encontramos el ejemplo que debemos seguir. En su profunda oración al Padre antes de ir a la muerte, registrada en el evangelio de Juan (17), el Señor descubre su corazón y dice algo muy importante: Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos (v13). Jesús dice estar gozoso aún cuando está próximo a enfrentar la muerte. ¿Cómo es esto posible? Y, es más, pide que ese gozo se cumpla en nosotros sus discípulos. Jesús siempre se regocijaba en las obras del Padre (ver Lc 10:21). Así nosotros, sus seguidores, debemos regocijarnos sólo en Dios por habernos dado a su hijo unigénito por quien hemos recibido redención. La palabra del Señor nos dice que Debemos andar como Jesús anduvo (1Jn 2:6). De Jesús se dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has
amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios,
el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros (He 1:8-9). Al igual como Jesús, debemos amar la justicia y aborrecer la maldad, a fin de que Dios también nos unja con óleo de alegría.
¿Cómo estamos delante del Señor? ¿Llenos de gozo o llevamos una vida fluctuante—i.e., a veces con gozo y otras veces con mucho pesar? ¿En qué nivel de gozo nos encontramos? El Espíritu Santo nos ayude y nosotros dejemos que él opere en nuestras vidas a fin de llegar a gozarnos plenamente en Dios. ¡En nada más!

¿Cómo estamos delante del Señor? ¿Llenos de gozo o llevamos una vida fluctuante—i.e., a veces con gozo y otras veces con mucho pesar? ¿En qué nivel de gozo nos encontramos? El Espíritu Santo nos ayude y nosotros dejemos que él opere en nuestras vidas a fin de llegar a gozarnos plenamente en Dios. ¡En nada más!
—RJM
3 comments:
Muy verdadero! Gracias por compartir este trozo de sabiduría.
Muy hermoso, me he edificado mucho, justo cuando nisiquiera estaba en el primer nivel. Ahora puedo ver a la luz de las sagradas escrituras y meditar cual es el andar en medio de tantos problemas. Me considero que he errado al enfrentarlo por ignorar esto, al meditar en este articulo me doy cuenta de lo falto que soy.
Me gustaria tener más información sobre este articulo, si hay algun libro o algo así.
Nos alegramos por su hermoso comentario, la gloria sea para el Señor! No tenemos un libro que recomendar respecto al tema especifico de este articulo. Pero si le recomiendo un libro muy edificante, cuyo titulo es: "El secreto cristiano para una vida cristiana feliz". Dios le bendiga muchísimo!
ieprochelle
Post a Comment