
Cuando el apóstol Pablo oyó acerca de la sólida fe que los hermanos de Efeso tenían en el Señor Jesús y de su amor por el pueblo de Dios en todas partes, no cesaba de agradecer por ellos en sus oraciones. Pero además, Pablo pedía al Padre de gloria que diera a sus hermanos espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él. Surge entonces la siguiente pregunta: ¿Es posible que alguien que posee fe y amor hacia los santos aún no tenga espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Dios? La respuesta que Pablo da a esta pregunta es sí. Por lo mismo es que el apóstol solicitaba al Padre que los ojos del entendimiento (o del corazón) de los efesios fueran alumbrados. ¿Con qué fin? A fin de que ellos crecieran en tres cosas.
Si miramos el libro de los Hechos (2:43-47), la iglesia primitiva no sólo crecía en número, sino también en fe y en amor. Igualmente Pablo observaba en sus hermanos estos parámetros a la hora de diagnosticar su crecimiento (e.g., Col 1:4; 2Ts 1:2; Flm 5). Pero no todo acaba con la fe y el amor, más bien éstos representan las bases sobre las cuales Dios puede darnos espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, para que sepamos lo siguiente:
- Cuál es la esperanza a que él nos ha llamado.
- Cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.
- Cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos.
Son tres aspectos súper importantes que debemos internalizar—como discípulos de Jesús—y para ello se requiere que Dios abra los ojos de nuestro entendimiento. !Para verlos! Podríamos intelectualmente conocer de qué se trata cada uno de estos aspectos, pero Pablo habla de espíritu de sabiduría y de revelación. En otras palabras, no es algo que proviene de la realidad espacio-temporal en la que nos desenvolvemos, sino que proviene de la realidad espiritual de Dios y que el mismo Espíritu Santo debe mostrar a nuestro espíritu.
La esperanza a la que Dios nos ha llamado (gr., klesis) es la vida eterna que él mismo prometió antes de que comenzara el mundo (Tit 1:2). Y vida eterna no es sinónimo del lugar celestial donde moraremos con el Señor; es más, para vivir en los cielos con Dios se requiere tener vida eterna. Vida eterna—dice Jesús—es que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado (Jn 17:3); es la naturaleza divina que el Espíritu Santo trasmite a nuestro ser a fin de transformarnos a la imagen de Jesús, en quien estaba la vida. Por tanto, la promesa de la vida eterna es algo que se comienza a gustar aquí en la tierra. Por lo mismo es que Jesús dijo yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10:10).
¿Será posible que Dios siendo ilimitadamente rico y poseyendo millones de millones de hermosos seres angelicales, estime a los santos como su herencia rica en gloria? Efectivamente, Dios no sólo nos ofrece vida eterna a través de Jesús, sino también considera que nosotros—sus santos—somos su rica y gloriosa herencia. No que haya visto algo especial en nosotros, sino que nos escogió en Jesús antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad (Ef 1:4-5). Dios nos ama tal como ama a Jesús. ¡Que hermosa realidad!
El poder que está operando en nosotros no es algo pequeño, sino incluso mayor que el poder usado en la creación del mundo. De hecho es el mismo poder que operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales. Por eso el mismo apóstol decía: Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego (Ro 1:16). Hay una estela de poder alrededor y en el interior nuestro que día a día va matando lo terrenal en nosotros y vivificando al nuevo hombre, tal como en el principio el Espíritu de Dios empollaba a la tierra y su poder generaba toda la creación. ¡Que hermosa verdad!
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? Si no lo podemos ver espiritualmente aún, es necesario que pidamos a Dios que día a día vaya alumbrando los ojos de nuestro entendimiento.
2 comments:
Amén, que así sea.
Cristo viene pronto pidamos a Dios que abra los ojos del entendimiento
Post a Comment