
Por ejemplo, la expresión “Yo soy el pan de vida” en Juan 6.35, viene al día siguiente que Jesús hizo el gran milagro de la multiplicación de los panes para dar de comer a cinco mil personas. La gente le buscaba, solamente porque habían sido saciados, en su amonestación Jesús les dice que trabajen por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará (6.27). Esa comida (o pan)—dice Jesús—es El mismo, y quien venga a El nunca tendrá hambre—ni tampoco sed. O sea, quedará completamente satisfecho, sin necesidad de otro tipo de alimento.
Un segundo ejemplo, es la expresión “Yo soy la vid verdadera.” Jesús exhortando a sus discípulos a llevar vidas fructíferas espiritualmente, les dice en esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto (15:8). Pero esto no es un logro por fuerza humana, sino solamente permaneciendo en el Señor. Jesús se muestra como el conducto que distribuye savia a los pámpanos. Savia que representa al Espíritu Santo, quien provee la fuerza que viene de Dios para que el creyente haga las obras que son de Dios. Nosotros debemos simplemente mantenernos conectados a la vid. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer (15:5). O sea, en Jesús la necesidad de llevar una vida fructífera es absolutamente satisfecha.
Sin duda que es mientras Jesús argüía con los Judíos el momento cuando expresa una de las más reveladoras verdades sobre su persona: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, ἐγὼ εἰμί (Jn 8:58).
--RJM
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