La necesidad de un Mediador

July 01, 2018

Con seguridad todos los días agradecemos a Dios por suplir nuestras necesidades. Esto es algo que Las Escrituras nos exhortan a hacer todo el tiempo. Y cuando pensamos en ello, expresamos gratitud sincera a Dios por entregarnos la vida, la salud, el alimento, el vestuario, el trabajo, etc. Todo estos elementos constituyen la provisión de Dios a nuestras necesidades básicas. Sin embargo, pocas veces se nos viene a la mente agradecer a Dios por proveernos de un mediador en los cielos. En la antigüedad, esto era algo descrito por hombres piadosos como una gran necesidad. Es el caso de Job, cuya aspiración más profunda era estar frente a Dios para asegurarle que no había hecho nada malo, así lo da a entender en su primera respuesta del segundo ciclo de debates con sus amigos.

Los capítulos 16 y 17 del Libro de Job presentan la segunda respuesta de Job a Elifaz. Y la estructura de la respuesta es particularmente interesante ya que está conformada por una figura literaria conocida como quiasmo—o paralelismo cruzado, cuyo foco se encuentra en los versículos que dicen lo siguiente: ¡Oh tierra! no cubras mi sangre, Y no haya lugar para mi clamor. Mas he aquí que en los cielos está mi testigo, Y mi testimonio en las alturas. Disputadores son mis amigos; Mas ante Dios derramaré mis lágrimas. ¡Ojalá pudiese disputar el hombre con Dios, Como con su prójimo! (vs 16:18-21).

Es importante entender que en la época de Job, las personas concebían su relación con Dios de manera “retributiva”; es decir, si ellos hacían lo correcto, entonces Dios les recompensaba con bendiciones, de lo contrario les enviaría maldiciones. Esta era la idea con que Job y sus amigos argumentaban. Pero Job no se podía explicar por qué Dios le había enviado tal calamidad, considerando que no había iniquidad en sus manos y que su oración había sido pura (vs 16:17).

Job expresa su esperanza diciendo: en los cielos esta mi testigo. Si nos situamos en esa época, podríamos ver a Job arruinado, absolutamente desesperado, anhelando con lágrimas tener un “testigo”—alguien que de testimonio de él y defienda su causa ante Dios. Es impresionante la profundidad de esta expresión, ya que para Job esto era solamente una esperanza, pero para nosotros hoy día es una realidad. Job agrega: ¡Ojalá pudiese disputar el hombre con Dios, Como con su prójimo! Job está seguro de no haber cometido pecado y no entiende por qué Dios lo mira como a un enemigo. Podemos imaginar a Job diciendo: “debe haber un error, estoy seguro que Dios lo entendería si tan sólo yo pudiera conversar directamente con él.” Dios es inalcanzable, el hombre no puede medirse de igual a igual con Dios. El es inimaginable, ilimitado, omnipotente, omnisciente, perfecto, pasa delante del hombre todo el tiempo y ni siquiera éste le percibe. El hombre es una partícula mucho menos que infinitesimal frente al Creador. ¡Cómo pudiera el hombre hablar con Dios, así como lo hace con otro ser humano!

Lo cierto es que con sus palabras Job apunta al beneficio establecido en el nuevo pacto para todo creyente. Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (He 4:14-16). En las palabras del Apóstol Juan: Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo (1Jn 2:1).

Job nos hace reflexionar acerca de la gran bendición que tenemos los creyentes en Jesucristo. Además de Dios considerarnos hijos suyos, hoy mismo, tenemos el beneficio de ser representados ante Dios por medio de Jesús, nuestro testigo en el cielo. El Señor Jesús no sólo atestigua en favor nuestro cuando el acusador abre su boca, sino también aboga por nosotros—i.e., nos defiende. Sea nuestro anhelo sincero no defraudar al Señor y podamos todo el tiempo ser testigos fieles ante otras personas, confesándolo con nuestras palabras y mucho más con nuestra fiel conducta de vida. ¡Ese sea nuestro más profundo sentir! Nosotros podemos hablar con Dios como lo hacemos con un amigo a través de Jesucristo. Algo que Job anhelaba. Valoremos y seamos agradecidos del beneficio espiritual del cual Dios nos ha hecho participes. Hubo hombres piadoso muy antiguos que vivieron en la tierra y murieron anhelándolo en sus corazones sin haberlo alcanzado. ¡Gracias Dios por suplirnos la necesidad de un mediador!

--RJM

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