Mateo 5:10 nos dice: Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.[1]

En el libro de Génesis vemos que cuando Adán escogió desobedecer en el Edén, inmediatamente fue separado de Dios debido al pecado. Como consecuencia, desde entonces los seres humanos eligen por naturaleza todo aquello que les produce mayor placer (egocentrismo). Por lo tanto, el estado caído del hombre dejó su carácter en contraposición al carácter de Dios, que es amor. La humanidad sin Dios será continuamente injusta (Gn 6:5). Y a medida que la moralidad e integridad se van degradando, los seres humanos engañan y hieren incluso a aquellos que les socorren. Esto es injusticia total, o la peor forma de injusticia: mal por bien (e.g., alguien nos ayuda haciéndonos un bien y retribuimos haciéndole un mal.)
Para detener este terrible tipo de injusticia y evitar la degeneración abrumadora de la humanidad, Dios permitió que se establecieran gobiernos humanos que instituyeron directrices básicas a fin de prevenir la peor forma de injusticia, con castigos aplicables para aquellos que rompían tales directrices. La Ley de Moisés fue instituida por Dios para frenar la injusticia total. La mayoría de los gobiernos reconocen que el asesinato, el robo y el engaño son acciones erróneas y hacen leyes para limitar tales males. En otras palabras, en lugar de mal por bien, la justicia humana dice: mal por mal y bien por bien. Ejemplo, cuando una persona daña a otra, la victima lleva al victimario frente a un juez, quien sanciona sobre el victimario una compensación reparatoria equivalente por el daño infringido a la víctima; i.e., mal por mal. Por otro lado, es bastante común observar en nuestras relaciones el hacer favores a quienes nos hacen favores; i.e., bien por bien. Cada uno de nosotros podría estar feliz de cumplir con este tipo de justicia humana, pero Jesús dice que esto es en ningún caso suficiente (Is 64:6; Ap 19:7-9; 1Jn 3:7).
Cuando Jesús trajo el mensaje del Evangelio del Reino de Dios a la tierra, él estableció el tipo de justicia sobre la cual su reino operaría. Era simplemente un regreso radical a la intención original de Dios para el hombre en el Jardín del Edén. Un reino basado en el concepto celestial de bien por mal. Jesús dijo a sus discípulos: Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto (Lc 6: 32-34.) En otras palabras, ¿es realmente extraordinario para un hombre practicar justicia tipo: mal por mal y bien por bien? !No! Jesús vino a predicar un nivel mucho más elevado de justicia. El también dijo: si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 5:20). El siempre exhortó a sus discípulos a buscar continuamente el reino de Dios y su justicia; i.e., bien por mal (Mt 6:33; leer además Mateo 5:38-48 y Romanos 12:21).
Es el Espíritu Santo quien nos ayuda a practicar la justicia de Dios, la cual es tan necesaria en este mundo. Y hacia allá debemos apuntar como discípulos de Jesús. Ardientemente debemos tratar de practicar hacer bien por mal, incluso si somos perseguidos por ser justos, porque sólo en esa capacidad el reino de los cielos será nuestro. Santiago (1:2-4) nos exhorta a perseverar. Pedro dice: mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis (1Pe 3:14). A veces nos preguntamos, ¿por qué en este mundo hay tanta maldad? Pero, ¿cómo podría un hombre practicar la justicia bien por mal si no existiera el mal en este mundo? Sería imposible obtener el carácter de Dios.
En conclusión, si queremos llegar a ser hombres y mujeres felices en el largo plazo, tenemos que estar dispuestos incluso a sufrir persecución por causa de la justicia. Jesús advirtió a sus discípulos del hecho que en la tierra tendrían muchas pruebas y tristezas. Pero confiad—les dijo—yo he vencido al mundo (Jn 16:33).
--RJM
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Referencias
[1] Traducido de: Moraga, R. Persecuted for the sake of righteousness. Jail Church Service, Sycamore, Illinois, April 26, 2015.
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