La Unidad

February 06, 2014

Por Eric Araya Navarrete
IEP Vallenar

Recuerdo haber oído a unos hermanos de otra denominación reírse de sí mismos. Ellos decían “donde hay dos bautistas, hay tres opiniones”, bromeando de lo que percibían a la hora de aunar criterios y resolver situaciones conflictivas.

Sin embargo, no podemos ligar a un determinado grupo los problemas que aquejan a gran parte de la iglesia de Cristo ni minimizarlos. Es una realidad que luchamos con la división y con dejar que Satanás alimente viejas rencillas. Penosamente, no siempre reaccionamos a tiempo, cuando el enemigo siembra cizaña.

Pero cabe preguntarse ¿es éste el propósito de Dios para Su cuerpo? ¿Será que como Cuerpo de Cristo estaremos condenados a las divergencias? La Palabra nos entrega las respuestas.
Todos tenemos claridad en que el diablo ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira (Jn 8:44). No nos debiera asombrar que toda confusión y falsedad tenga su origen en el maligno. Su objetivo es generar disensión pues sabe lo que obtiene de esto: ruptura de la unidad- i.e. propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede fraccionarse sin que su esencia se destruya o altere. Por lo mismo, Jesús declaró que todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae (Lc 11:17).

Frente a esto nos corresponde ser precavidos e intencionales para conducirnos en luz, procurando la paz y  la santidad (Heb 12:14). Porque la oración del Señor fue que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste (Jn 17:21).

Es el amor de Dios, que fue derramado en nuestros corazones (Rom 5:5), y la comunión, producto del obrar de Jesucristo (1 Co 1:9), los que deben prevalecer en el caminar del Pueblo del Señor. Sólo de esta manera el testimonio al prójimo tendrá respaldo y la bendición habitará en medio nuestro (Sal 133:3). Un gran desafío, mas nunca un imposible.

La Biblia nos anima de diversas maneras y nos demuestra lo beneficioso y fructífero de conservar la unidad. Pablo expresa que nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros (Rom 12:5), por naturaleza divina no podríamos vivir en desavenencias. Todo lo contrario, el apóstol aconseja y dice hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer (1 Co 1:10). Tenemos el llamado a ser todos: de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.  Porque:
El que quiere amar la vida
Y ver días buenos,
Refrene su lengua de mal,
Y sus labios no hablen engaño;
Apártese del mal, y haga el bien;
Busque la paz, y sígala.
Porque los ojos del Señor están sobre los justos,
Y sus oídos atentos a sus oraciones;
Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. (1 Pe 3:8-12)
Amados hermanos y hermanas, anhelemos la comunión, vivamos la unidad, experimentemos el poder de Dios obrando en nuestros corazones al estar en armonía. Somos un pueblo y tenemos un mismo Padre, todos proclamamos la libertad de Cristo y caminamos rumbo a la Canaán Celestial.

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