Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades… (Filipenses 2:25)
Por Eric Araya Navarrete
IEP Vallenar

Esta sociedad nos impulsa a ser exitosos, pero de una forma muy particular e individual. Cada uno vela por su propio bienestar y es común pensar que todo debe resolverse en base a lo que nuestras propias fuerzas entreguen. Sin embargo, hemos descubierto que el mensaje de Dios para Su pueblo, considera a un grupo de redimidos cohesionados en amor y experimentando una vida abundante en unidad y comunión, con un mutuo apoyo.
Años atrás pensaba que solo iba a resolver mis problemas. Por vergüenza y miedo a exponerme y ser vulnerable, intenté infructuosamente buscar una salida por mis propios medios. Mas el Señor me rodeó de Sus hijos, de una comunidad que acoge y que cumple con el rol encomendado por Él (Lc 4:18-19). Comprendí que formo parte de la iglesia, del Cuerpo de Cristo, y que Dios dispondrá de ella para animarme y sostenerme en mi batallar.
La Palabra afirma que somos hijos de un mismo Padre, discípulos de un mismo Maestro. Como tales hemos de practicar y desarrollar el compañerismo—i.e. vínculo que existe entre compañeros, armonía y buena correspondencia entre ellos. Unión que es dada por el amor que el Señor ha depositado en nuestros corazones, y que no debe variar frente a diversas situaciones.
Esta es la razón por la que a lo largo de la Escritura hallamos un sinnúmero de lazos de amistad (Noemí y Rut, David y Jonatán, Pablo y Timoteo). La fe traspasó las barreras y la incondicionalidad del amor fue evidente. Las vidas fueron impactadas y potenciadas. Pues en todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia (Pr 17:17). Y hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo (Pr 27:30).
La amistad verdadera es estimulante y beneficiosa para los creyentes. Por lo mismo, el Escritor Sagrado expone:
Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto (Ec 4:9-12).
Necesitamos de nuestros hermanos y amigos en nuestro caminar de cristianos ¡Solos no podremos avanzar! Habrán momentos en que será de vital importancia contar con un par.
En la clásica obra de John Bunyan leemos que Esperanza le habla a Cristiano, después de haber sido tentado y haber reaccionado, le dice: "Yo reconozco mi debilidad, y te agradezco que me lo hayas recordado. Si hubiera estado solo, me hubiera dormido poniendo así en peligro mi vida. Ahora veo que es verdad lo que dijo el sabio: "Mejores son dos que uno" Tu compañía durante todo este recorrido, ha sido de bendición para mí. Tendrás una gran recompensa por eso". Pero en la actualidad, nosotros somos los peregrinos que marchamos a la Canaán Celestial.
Consideremos el consejo del Señor y animémonos mutuamente, impulsémonos y apoyémonos en este transitar. Como iglesia de Cristo somos confrontados, pues “sentir la carga del prójimo es la hermandad de Jesús. Si uno no la siente, la hermandad a la que pertenece no es cristiana” (Dietrich Bonoheffer). Hemos de vivir en una relación vertical con Dios, pero en una horizontal con nuestros hermanos.
Y si vemos que uno de los nuestros tropieza o cae, tenemos el deber de acudir en su ayuda. Pablo nos exhorta claramente al manifestar que si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe (Gá 6:1-2, 10).
Creamos a la Palabra de Dios y pongámosla por obra. Si estamos en dificultades recurramos, en honestidad y sinceridad, a aquellos dispuestos por el Señor para apoyarnos. Y si somos testigos de la aflicción de nuestros hermanos, acudamos en su rescate. No olvidemos que traer a luz nuestras luchas y contar con compañeros de milicia, favorece la reconciliación, la restauración y el andar en verdad.
Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos. (Sal 119:63)
No comments:
Post a Comment