Examinaos a vosotros mismos

October 10, 2011

La necesidad de realizarnos un autoexamen es recomendable e importante en muchas áreas de nuestras vidas, pero en la vida espiritual es trascendental. Así también lo recomienda el apóstol Pablo en algunas de sus cartas y muy claramente en el mensaje a la iglesia de los Corintios: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2Co 13:5). Es decir, si la criatura posee la fe correcta, entonces Jesucristo está morando en ella, lo cual implica que la vida de Cristo está siendo reproducida en su vida. Por lo tanto, es crítico que como seguidores de Cristo nos probemos regularmente para ver evidencias de primera mano de que Jesucristo está siendo reproducido en nuestras vidas.

No debemos dejarnos llevar y dar todo por sentado, pensando que como nadie tiene algún reproche de nosotros en relación a nuestra vida cristiana, estamos en la fe. O al contrario, especulando en nuestras mentes que como todos dan buen testimonio de nuestra conducta, Jesucristo está morando en nosotros. El buen hablar de otros en relación a nuestro comportamiento no es suficiente. Si tan sólo el testimonio de otros bastara, entonces muchas personas que incluso no creen en Dios, podrían atribuirse el tener a Jesucristo morando en ellos. Hay mucha gente que aunque no tiene fe en Jesucristo, busca moralmente tener buen testimonio entre los demás. Pero no ¡No se trata de eso! Lo que Pablo dice es que debemos presentar evidencias a nosotros mismos de que la vida de Cristo está siendo reproducida en nuestras vidas. ¿Cuáles son estas evidencias?

Juan también se preocupó de escribir acerca de la necesidad de examinarse. En los primeros tres capítulos de su primera epístola universal, el apóstol presenta siete pruebas de cómo podemos nosotros ver si la vida de Cristo se está reproduciendo en nuestra vida. Las pruebas son las siguientes:
  1. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad (1Jn 1:6).
  2. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros (1Jn 1:8).
  3. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él (1Jn 2:4).
  4. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo (1Jn 2:6).
  5. El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas (1Jn 2:9).
  6. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él (1Jn 2:15).
  7. Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él (1Jn 2:29).
El apóstol Juan es bastante categórico en las pruebas que propone para examinar si la vida de Cristo se encuentra en el creyente, y nótese que su carta está dirigida a hombres y mujeres seguidores de Cristo; es decir a nosotros. Sus pruebas apuntan a indagar directamente en nuestro propio comportamiento, porque éste es el resultado de la fe que practicamos. Si no aprobamos las siete pruebas de Juan, significa que hay un problema con nuestra fe. La pregunta que debemos hacernos y responder en forma honesta es: ¿a la luz de estas siete pruebas, mora verdaderamente Jesucristo en nosotros?

Uno de los significados que la palabra examinar tiene en nuestro idioma es: reconocer la calidad de algo, viendo si contiene algún defecto o error [1]. Y es precisamente el tipo de examen que debemos hacer a nuestra fe. ¿Cómo? Es similar a un examen introspectivo en que debemos decidir mirarnos hacia adentro, pero la diferencia es que no somos nosotros quienes buscamos en cada rincón de nuestro corazón. Recordemos que el Señor nos dice: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras (Jer 17:9-10.) Malamente nosotros podríamos conducir una búsqueda en un terreno que desconocemos. Por tanto, este examen debe dirigirlo Dios, de lo contrario fallaremos. El es el único que conoce nuestro corazón y puede escudriñar cada uno de sus rincones en forma inequívoca. Lo que sí nosotros debemos hacer es simplemente estar dispuestos a mirar hacia el interior de nuestro propio corazón; y mientras lo hacemos, el Espíritu Santo es quien nos va mostrando nuestras deficiencias, las que debemos reconocer en un acto de absoluta honestidad. Por lo mismo es que el trabajo del Espíritu Santo es tan imprescindible en la vida del creyente y la razón por la cual debemos darle plena libertad a su accionar en nuestras vidas. David entendía muy bien esto y por eso clamaba: Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón (Sal 26:2; ver también Sal 139:23-24.)

La acción de examinarnos a nosotros mismos no es un acto aislado que se hace de vez en cuando, sino que todos debemos permanecer en ello sin excepción. Timoteo era un ministro que pastoreaba una congregación en una prominente ciudad, en quien Pablo reconocía la existencia de una fe correcta, aún así le recomendaba: Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren (1Ti 4:16). Con mayor razón nosotros debemos atesorar este consejo.

Si en nuestro autoexamen dirigido por el Señor, nos hallamos errando el camino, el Espíritu Santo es poderoso para consolidar nuestra fe, mostrándonos las deficiencias de nuestro corazón y suplir aquello que nos falta para que la vida de Cristo sea reproducida en nosotros. Su persona es indispensable en nuestras vidas espirituales. ¡Y no podría ser de otra forma! Los antiguos cristianos lo tenían muy claro y era incluso parte de su oración en alabanza el solicitar la presencia de Dios a través de su Santo Espíritu para que él escudriñara sus corazones. ¿Cómo está nuestra fe?... Santo Espíritu de amor, Hazme atento tu voz escuchar, Te necesito trino Dios, En mi ser ven a reinar. ¡Dios nos halle aprobados!


Referencia
1. Diccionario de la Real Academia Española. Accesado desde <www.rae.es> en Octubre, 2011.

No comments:

Post a Comment