La vanidad de los títulos en la iglesia

August 31, 2018

Había cierto tipo de fariseos conocidos como fariseos de “hombros”1 porque todo el tiempo cargaban—en sentido figurado—sus buenas obras sobre sus hombros para ser vistos por los demás (ver Lc 18:9-14). Jesús hizo una crítica frontal a todos los fariseos sin excepción, decía que ellos …hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí (Mt 23:5-7). Mientras leía, venía a mi mente el pasaje donde Pablo enseña: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo (Fil 2:3). El principio de humildad es: «estimar a otros como superiores a uno mismo». Definitivamente los escribas y fariseos contrariaban este principio. 

Pablo hace la misma crítica, pero no sólo a los fariseos, sino que la extiende a todos los judíos. Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios (Ro 2:28-29).

Vemos que el fruto de la falta de humildad de los escribas y fariseos, reflejado en la búsqueda de notoriedad, prominencia, títulos y prestigio, permanece hasta nuestros días. Estos son elementos que fácilmente pueden afectarnos en la iglesia en general. Por ejemplo, los títulos, sin importar su índole—i.e., pastoral, ministerial, profesional, etc., son un adorno para el hombre. Y, aunque es absolutamente legítimo recibirlos u obtenerlos, los títulos van naturalmente logrando que el hombre se sienta, ya sea consciente o inconscientemente, superior a otros. Los títulos hacen que el hombre espere el respeto de los demás por el solo hecho de poseerlos o que busque la credibilidad en otros por el hecho de mostrarlos. 

Algo bueno que Jesús encontró en los escribas y fariseos fue que su doctrina era la correcta. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen (Mt 23:3). Sin embargo, ellos estaban llenos de vanidad, amadores de títulos, honores, prestigio, etc. La pregunta es: ¿podría ocurrir hoy que teniendo la doctrina correcta estemos llenos de vanidad como los escribas y fariseos? La respuesta es sí, y es lo que notoriamente se ve en las iglesias de hoy. Por supuesto, nadie está exento de caer en esto. Pero sabemos cuál es la solución, no importa con qué, ni con cuánto, Dios adorne nuestras vidas, debemos siempre mirar a los demás como superiores a nosotros mismos. Sin duda, humanamente, es algo difícil de lograr, pero para Dios no hay nada imposible. La Gracia de Dios libre a cada uno de nosotros de caer en este mal proceder. 

--RJM

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Notas y referencias
1Talbert, C.H., Reading the Sermon on the Mount: Character Formation and Decision Making in Matthew 5-7 (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2006), pg 103.

2 comments:

Anonymous said...

Qué verdad más profunda! En la misericordia de Dios siga creciendo la necesidad de tener remedio. La iglesia lo necesita

JF

fesiglo21 said...

Así sea Hno. JF... que así sea!

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