¿Cómo llegar a ser la imagen de Jesús?

October 12, 2015

La primera venida de Jesús a la tierra dejó como una maravillosa consecuencia la posibilidad de que el Espíritu Santo pueda morar dentro de los hombres. Antes, sólo moraba con los hombres pero no en los hombres. Es lo que enseña Jesús en sus palabras: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros (Jn 14:16-17). A partir del día glorioso de Pentecostés, todo creyente en Jesús puede recibir el Espíritu Santo para que more dentro de su vida. La pregunta es ¿para qué necesitamos el Espíritu Santo morando en nosotros?

Hay algunos que desean al Espíritu Santo en sus vidas para sanar enfermos, otros para ser profetas, otros para realizar grandes milagros—e.g., resucitar muertos, etc. Aunque todo lo anterior son manifestaciones hermosas de los dones que pueden ser otorgados al creyente, no constituyen la verdadera razón por la cual debemos tener el Espíritu Santo morando en nuestras vidas. De hecho, Pablo enseña que el ministerio del Espíritu Santo en la vida del discípulo de Cristo tiene que ver con lo siguiente: Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor (2Co 3:17-18).

Primero, donde está el Espíritu de Dios allí hay libertad. ¿Libertad de qué? Libertad del pecado. Es importante observar que quienes hemos aceptado a Jesús como salvador no somos mejores que aquellos que aún no lo han hecho. La diferencia entre ellos y nosotros es que Dios por su gracia nos ha mostrado que tenemos pecado, y por tanto anhelamos ser libres del pecado. Y esto es importante. Anhelamos con todo el corazón ser libres del pecado. De manera que cuando el Espíritu Santo está morando en nosotros, el pecado ya no se puede enseñorear de nosotros (Véase también Romanos 6:14). Día a día vamos experimentando victoria sobre el pecado, pues vivimos bajo la gracia que nos administra el Espíritu Santo.

Segundo, Pablo está indicando un trabajo poderoso que hace el Espíritu Santo en nuestras vidas. La palabra del Señor dice que nuestra misión una vez que aceptamos al Señor Jesucristo es llegar a ser su imagen. Y quien nos transforma a esa imagen es el Espíritu Santo. Pablo dice en Romanos (8:29): Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Por tanto, nuestra meta prefijada es la de ser conformados a la imagen de Jesús. No nos podemos transformar por sí solos; necesitamos la ayuda divina. Esta premisa constituye la más importante diferencia entre la doctrina de Cristo y la de otras religiones, como Budismo, Judaísmo, Musulmanismo, etc. En las otras religiones se enseña que el hombre puede transformarse a sí mismo. Jesucristo dice: ¡No! Separados de mí nada podéis hacer (Jn 15:5).

Una hermosa ilustración es lo que ocurre con el proceso de transformación (metamorfosis) de una oruga para llegar a ser una mariposa. La oruga se adhiere firmemente a una planta que la acoge a fin de comenzar su proceso de cambios drásticos en su cuerpo. Mientras dura este proceso, la oruga se mantiene despierta en su capullo, “observando” su transformación hasta que finalmente se ve convertida en una hermosa mariposa. De la misma manera, Jesús nos enseña que debemos estar adheridos firmemente a él—la vid verdadera—mientras el Espíritu Santo nos va trasformando espiritualmente a su imagen. Y esta etapa de cambios radicales en nuestra vida ocurre de gloria en gloria. El Espíritu Santo nos muestra día a día la gloria de Jesús y nosotros aferrados a él respondemos: ¡Sí Dios mío! Transfórmame a esa gloria de Jesús que me muestras. Es el Espíritu Santo quien hace toda la obra. Nosotros solamente nos mantenemos fijos en Jesús, observando. Esto es la fe—no constituye ningún trabajo u obra.

Todo esto se hace realidad en nuestras vidas cuando estamos sedientos; i.e., desear esta trasformación en lo profundo del alma, más que a ninguna otra cosa en la vida. Llegar a ser la imagen de Jesús es el verdadero tesoro. Por eso Jesús dice: Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo (Mt. 13:44). Es decir, somos capaces de sacrificarlo todo con tal de que la imagen de Jesús se haga realidad en nuestras vidas. A esto se le llama estar sediento. Y Jesús nos invita diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba (Jn 7:37). Si este es el profundo deseo que llevamos en el alma, debemos venir a Jesús y beber. Decirle en oración: Padre dame de tu Espíritu Santo para que trasforme mi vida a la imagen de tu hijo. La confianza que nos da el Señor Jesús es esta: Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mt. 7:11). ¡Claro que el Padre nos dará de su Santo Espíritu!

Dios es el más interesado en ver nuestras vidas florecer hermosamente a la imagen de su hijo. Eso es lo que justamente él preparó de antemano para todos nosotros quienes hemos sido adoptados como sus hijos. Hoy día hay muchos hablando de Jesús, pero muestran una imagen distorsionada de él. Dios conceda que cada uno de nosotros llegue a ser una fiel imagen de su hijo.
--RJM

──── * * * ────


2 comments:

Anonymous said...

Maravillosa palabra de Dios....cuanto anhelo esa transformación completa dentro de mi vida!!!

fesiglo21 said...

Amén, ese debe ser el deseo de todos nosotros. --RJM

Post a Comment