Por Eric Araya Navarrete
IEP Vallenar
IEP Vallenar

Sin embargo, la Palabra del Señor nos dice no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Ro 12:2). Mostrándonos así un camino diferente a lo terrenal y motivándonos a conducirnos a la manera divina.
Pero ¿Cuál es esa forma? ¿En qué debe estar basada la relación entre pares? y ¿Cómo debemos conducirnos los hermanos en Cristo? La Biblia nos lo enseña.
El Amor
Cuando un intérprete de la ley se dirigió al Señor y le pregunto cuál era el gran mandamiento, nunca esperó oír del Maestro una respuesta tan clara y sencilla: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22:37-39). Jesús resumía los diez mandamientos y exaltaba al amor como la única regla. Entendiendo que todo el plan de Dios se basó en éste, ya que de tal manera Él nos amó que entregó a Su único Hijo (Jn 3:16) para darnos vida en abundancia.
Y fue ese amor derramado en nuestros corazones (Ro 5:5) el que hoy puede y debe fluir hacia quienes nos rodean. La cruz nos lo legó por medio de Jesucristo y es nuestro deber amar y conducirnos en amor—i.e. la esencia misma de Dios (1Jn 4:7-8), provisión y protección (Ef 5:25-30). Un madero vertical que nos habla del amor hacia nuestro Padre Celestial y otro horizontal que nos recuerda el amor hacia nuestro prójimo.
Esa es la manera de Dios, aquella que nos debe motivar a impulsarnos de la misma forma y a basar toda relación en el amor.
La Comunión
Por lo mismo, como creyentes tenemos koinonia—i.e. una cosa en común; un vínculo divino que nos une y mantiene asociados, en comunión. Dios a través de Su Hijo Jesús nos hizo miembros de una misma familia, hermanos en la fe. Juan nos dice: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo (1Jn 1:1-3). Y Pablo confirma al mencionar: Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1Co 1:9).
Somos convidados a marchar como una iglesia unida, obrando en amor y promoviendo la armonía, pues allí enviará Dios bendición y vida eterna (Sal 133:3). Procuremos conducirnos en comunión los unos para con los otros, amándonos. Sólo así seremos la iglesia que el Padre anhela.
Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. —Jesús (Jn 17:21).
No comments:
Post a Comment