Amor y Comunión

January 30, 2014

Por Eric Araya Navarrete
IEP Vallenar

Vivimos en un mundo individualista. Cada uno vela por sus propios intereses y la caridad pareciera haberse enfriado. No existe preocupación genuina por los pares, sino más bien una obsesión por incluirse en el grupo de los que escalan rápidamente, sin escatimar recurso alguno.

Sin embargo, la Palabra del Señor nos dice no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Ro 12:2). Mostrándonos así un camino diferente a lo terrenal y motivándonos a conducirnos a la manera divina.

Pero ¿Cuál es esa forma? ¿En qué debe estar basada la relación entre pares? y ¿Cómo debemos conducirnos los hermanos en Cristo?  La  Biblia nos lo enseña.

El Amor
Cuando un intérprete de la ley se dirigió al Señor y le pregunto cuál era el gran mandamiento, nunca esperó oír del Maestro una respuesta tan clara y sencilla: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22:37-39).  Jesús resumía los diez mandamientos y exaltaba al amor como la única regla. Entendiendo que todo el plan de Dios se basó en éste, ya que de tal manera Él nos amó que entregó a Su único Hijo (Jn 3:16) para darnos vida en abundancia.

Y fue ese amor derramado en nuestros corazones (Ro 5:5) el que hoy puede y debe fluir hacia quienes nos rodean. La cruz nos lo legó por medio de Jesucristo y es nuestro deber amar y conducirnos en amor—i.e. la esencia misma de Dios (1Jn 4:7-8), provisión y protección (Ef 5:25-30). Un madero vertical que nos habla del amor hacia nuestro Padre Celestial y otro horizontal  que nos recuerda el amor hacia nuestro prójimo.

Esa es la manera de Dios, aquella que nos debe motivar a impulsarnos de la misma forma y a basar toda relación en el amor.

La Comunión
Por lo mismo, como creyentes tenemos koinonia—i.e. una cosa en común; un vínculo divino que nos une y mantiene asociados, en comunión. Dios a través de Su Hijo Jesús nos hizo miembros de una misma familia, hermanos en la fe. Juan nos dice: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo (1Jn 1:1-3). Y Pablo confirma al mencionar: Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1Co 1:9).

Somos convidados a marchar como una iglesia unida, obrando en amor y promoviendo la armonía, pues allí enviará Dios bendición y vida eterna (Sal 133:3). Procuremos conducirnos en comunión los unos para con los otros, amándonos. Sólo así seremos la iglesia que el Padre anhela.

Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. —Jesús (Jn 17:21).

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