Mateo 5:7 nos dice: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.[1]

Jesús declara que un hombre feliz—en el largo plazo—es aquel que posee una importante característica, la de ser misericordioso. En estos días, la misericordia no es algo que se vea muy a menudo en nuestro mundo. Es más, los actos de misericordia son tan poco comunes que cuando ellos ocurren, llenan la prensa de grandes titulares con noticias llenas de fotos y entrevistas.
Veamos primero qué es NO tener misericordia. Proverbios (11:17) dice: A su alma hace bien el hombre misericordioso; Mas el cruel se atormenta a sí mismo. En esta comparación se establece que lo contrario de ser misericordioso es ser cruel, y el hombre cruel se complace en el dolor o sufrimiento ajeno. Jesús dice: No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados (Lc 6:37; ver también Mr 4:24). Alguien rápido para juzgar o acusar a otros es una persona sin misericordia. Satanás es conocido como el acusador (Ap 12:10), por lo tanto cuando una persona se comporta de esa manera—rápida para juzgar o acusar a otros—es porque el espíritu de Satanás está influenciando fuertemente su pensamiento y tal vez actuando dentro de ella. No importa que tal persona sea o no cristiana, si se comporta de esa manera, tal persona no es misericordiosa y se comporta como Satanás lo hace. Pero, Jesús ordena que sus discípulos muestren misericordia. Sed [una orden], pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso (Lc 6:36.)
La palabra misericordia (gr., Eleeo) significa favor no merecido que se demuestra expresando dos cosas: perdón y compasión. Pablo dijo: Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) (Ef 2:4-5.) El libro a los Hebreos (8:12) dice: Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. Tener misericordia es más que un “pulso” emocional de sentir tristeza por alguien que está en problemas; significa poseer la habilidad de entrar en la piel de la otra persona hasta ver las cosas desde su perspectiva. Por lo cual [Jesús] debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo (He 2:17.) Jesús era lleno de compasión, ¡y aún lo es!
Por otro lado, Jesucristo enseñó a sus discípulos que uno de los aspectos importantes de una correcta oración está relacionado con el perdón a aquellos que nos agravian, y lo señala así: Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores (Mt 6:12). En otras palabras, debemos solicitar perdón a Dios, dado que nosotros ya hemos perdonado a quienes nos ocasionan daño a través de sus actos o palabras. Por esta razón es que Jesús a ellos les llama deudores, pues nos adeudan una reparación. Pese a ello, Dios nos pide ser misericordiosos y perdonar. Más aún el Maestro añade lo siguiente: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas (Mt 6:14-15.) Es decir, Jesús establece claramente que hay una condición para que nosotros recibamos el perdón de nuestro Padre celestial y ésta es que nosotros también perdonemos, de lo contrario tampoco nosotros recibiremos el perdón de nuestras ofensas. Si nuestra actitud hacia las acciones de otras personas es verdaderamente espiritual, seremos ricos en misericordia más que en bendiciones materiales. Si deseamos ser tan misericordiosos como nuestro Padre Celestial lo es, entonces no deberíamos retener en la mente las ofensas que otros nos han hecho o mirar las cosas con un corazón implacable.
Veamos el hermoso ejemplo de Jesús. Hebreos (12:24) dice: [os habéis acercado…] a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. ¿De qué hablaba la sangre de Abel? (Leer Gn 4:10). La sangre de nuestro Salvador habla de perdón en vez de gritar reclamando venganza desde la tierra como la sangre de Abel. Mientras le crucificaban Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23:34a). Actuar como Jesús lo hizo está definitivamente fuera de nuestra habilidad humana, nosotros no podemos ser misericordiosos al nivel de Jesús sin la ayuda del Espíritu Santo, quien produce la vida de Jesús dentro de nosotros. Sólo las personas verdaderamente humildes reciben tan grande gracia de parte de Dios.
En conclusión, si queremos ser misericordiosos con otros y llegar a ser hombres felices en el largo plazo, debemos buscar seriamente ser tan misericordiosos como nuestro Padre celestial lo es. Cada día debemos humillarnos ante Dios y solicitarle que nos haga ser misericordiosos, esto es, tener perdón y compasión. Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos (Mt 5:45.)
____________________________
Referencias
[1] Traducido de: Moraga, R. Being Merciful. Jail Church Service, Sycamore, Illinois, November 24, 2013.
--RJM
____________________________
Referencias
[1] Traducido de: Moraga, R. Being Merciful. Jail Church Service, Sycamore, Illinois, November 24, 2013.
No comments:
Post a Comment